Este domingo llega el infierno del norte

Pasado mañana se disputa la que para la mayoría de los aficionados al ciclismo es la prueba reina (echando a un lado las grandes vueltas), me refiero a la París - Roubaix o el llamado "infierno del norte".
¿Y porque se llama así? pués por las características que la rodean, 260 kms de recorrido, de los cuales 52 son de adoquín, divididos en unos 27 tramos cuyo máximo referente es la Trinchera de Arenberg. Situada junto a una mina de carbón, es el lugar más escénico de la ruta, con una recta interminable que atraviesa los árboles mientras una fila eterna de aficionados anima a los sufridores del pedal. Cabe mencionar como anécdota que Jean Stablinski, campeón del mundo en 1962, trabajó en la mina de Aremberg antes de sufrir el traqueteo del tubular contra los adoquines del tramo más famoso de la Paris Roubaix.

Otra característica fundamental de la prueba es la climatología, en un día soleado los tramos adoquinados exigen una gran fortaleza física, una técnica depurada y una gran dosis de suerte para evitar incidentes. Además, el polvo levantado por los tubulares, las motos y algún que otro coche, molesta a los ciclistas. Si la lluvia hace su presencia en el norte de Francia, la carrera trasciende de una competición ciclista y se convierte en un espectáculo de la lucha del hombre contra el barro y la piedra, un sufrimiento agonístico que ha deparado imágenes dantescas en innumerables ocasiones.

El palmares es otro de los aspectos que hacen a esta prueba mítica, grandes mitos del ciclismo han engrosado el palmarés, nombres como Henri Pélissier, pasando por Fausto Coppi, Eddy Merckx, Francesco Moser, Bernard Hinault, Sean Kelly o "el gitano" Roger De Vlaeminck; este último ostenta el récord de victorias con cuatro. De los ciclistas actuales solo Tom Boonen, que ya tiene 3 victorias, tiene al alcance el record de Roger De Vlaeminck. Por nacionalidades los belgas dominan con 53 victorias por 28 de franceses y 13 de italianos. Jamas ha ganado esta prueba un español.

Amada por muchos, odiada por tantos, pero para nadie indiferente, la Roubaix siempre seguirá dejando una huella en cada ciclista que participa en ella.