El entrenamiento térmico: La nueva arma de los profesionales
En las últimas semanas hemos asistido a un cambio sorprendente en la forma de entrenar de los gallos del pelotón. Me refiero, en concreto, a los entrenamientos tanto de Vingegaard como de Pogacar, a más de 30 grados, con ropa de invierno, incluso en el caso del esloveno, completamente negra.
Este
hecho, que podría parecer extraño a simple vista se trata ni más ni menos que
de un entrenamiento de adaptación al calor.
La
idea es sencilla, el entrenamiento en esas condiciones, con mucho calor y deliberadamente
demasiado abrigado, obliga al cuerpo a responder al estrés térmico. Esto
conduce a una respuesta fisiológica bastante compleja que lleva al cuerpo a
adaptarse a competir en condiciones de calor y también a mejorar el rendimiento
general de resistencia, incluso en climas más fríos.
La
idea, explicada por un “ignorante” en el tema como yo, sería la siguiente: Cuando
un ciclista entrena con calor, su temperatura corporal central aumenta más
rápidamente y permanece elevada durante más tiempo, haciendo responder al
cuerpo que inicia varios cambios:
·
Expansión del volumen
plasmático:
Esto no es más que el aumento del
volumen de plasma, la parte líquida de la sangre. Al incrementar el plasma hay más
volumen sanguíneo, mejorando la estabilidad cardiovascular y el suministro de
oxígeno y por tanto la regulación de la temperatura. Esto es especialmente útil
durante las subidas largas.
·
Mejora de la
respuesta al sudor:
Por supuesto entrenar en esas
condiciones hace que sudes más y por tanto mejora la capacidad del cuerpo para
empezar a sudar más rápido, lo que ayudará a regular la temperatura central de
forma más eficiente durante las competiciones.
·
Reducción de la
frecuencia cardíaca:
Al adaptarse el cuerpo a estas
circunstancias, lo normal sería una reducción en la frecuencia cardíaca a una
potencia dada, ya que el enfriamiento es más eficiente y la función cardíaca
mejora.
·
Incremento de la
eficiencia mitocondrial:
Aunque no está demostrado del
todo, hay estudios que establecen que el estrés térmico puede mejorar la
función mitocondrial, aumentando la capacidad de los músculos para producir
energía aeróbicamente. Traducción: esfuerzos más sostenidos en días
consecutivos.
Estas
mejoras no solo son efectivas para luchar, por ejemplo, en el Tour de Francia,
donde las temperaturas a veces superan lo deseable, sino que sus beneficios van
mucho más allá de la aclimatación al calor.
Aunque,
por ejemplo, durante la competición nos encontremos con temperaturas bajas, las
mejoras circulatorias y musculares derivadas del estrés térmico se mantienen.
Por
establecer la diferencia con las mejoras del entrenamiento en altitud, que
requiere largos periodos de adaptación y a veces afecta de forma negativa a la
potencia a corto plazo, el entrenamiento con calor proporciona mejoras significativas
en la eficiencia aeróbica sin casi inconvenientes.
Por
ejemplo, se consigue de forma realmente rápida, en entre cinco o diez sesiones
de entrenamiento.
¿Cuáles
son los peros? Pues que el entreno a altas temperaturas o con demasiada ropa
supone una gran carga para el cuerpo, aumentando el riesgo de deshidratación,
desequilibrio electrolítico e incluso el riesgo de golpe de calor.
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