Una etapa del Giro épica

Ayer pudimos contemplar uno de esos días de ciclismo que hacen que este deporte sea diferente, y la diferencia está en la capacidad de sufrimiento de los ciclistas y el espectaculo que ofrecen, sean cuales sean las condiciones. Se dieron muchos ingredientes: agua, frío, nieve, hielo, alta montaña, polémica y Nairo Quintana.
Algunos equipos han alzado la voz reclamando que se había neutralizado la bajada del Stelvio, la organización lo niega, y el protagonista (Nairo) dice que a él nadie le dijo nada, ni desde la organización ni desde su coche de equipo. ¿Y que mas dá?, intentar justificar la victoria de ayer de Quintana, en que hubo una confusión (que la hubo) es de idiotas. Tener que oir a Lefevere (patrón del Omega) diciendo que nunca hubiesen dejado marchar a Nairo si no hubieran neutralizado la bajada, es para morirse de risa.
Se nos había vendido que el Giro estaba muy igualado entre los primeros 8 corredores y era mentira, había 7 muy parejos y Nairo Quintana que ayer dió una exhibición en Vall Martello.
Viendo su ascensión final y la del grupo de favoritos, viendo el tiempo que les sacó en ella (la gran parte de su ventaja en meta), imaginar si quiera que Uran o Evans, o incluso Majka hubieran aguantado la rueda de Nairo es una utopía. Nairo ha estado gran parte del Giro con problemas de gripe y sin encontrar ese golpe de pedal que le caracteriza y cuando lo ha encontrado se acabo el Giro (sigo sin entender que piensan en Movistar para no llevarle al Tour).
De ayer podemos sacar varias conclusiones: Uran es bueno, pero no tiene el nivel de los superclase (Nairo, Contador, Froome, Wiggins) y no creo que lo alcance nunca; Evans sigue siendo lo que siempre fué un segundon muy correoso, pero ahora con mas años; Majka sigue creciendo a pasos agigantados (aunque esperaba mas de él) y se están empezando a vislumbrar dos estrellas emergentes que parecían dormidas, Kelderman (Belkin) y Aru (Astaná).
Por lo demás, lo dicho, una etapa épica que demuestra que los ciclistas son tios de otra pasta, que nada los detiene y a los que solo la mas absoluta desgracia les hace renunciar a lo que mas les gusta: dar pedales. Aunque sea en el infierno, y ayer el Stelvio lo era.


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