En el ciclismo solo hay una regla: No hay reglas

Con el paso de los años, siendo un buen aficionado al ciclismo, he llegado a la conclusión que al ciclismo le pasa como a la economía: a la hora de la verdad nadie tiene ni puñetera idea.
Son muchos los tabúes que, a lo largo de cada temporada, se van rompiendo. Lo que era negro se vuelve de repente blanco, y lo que era blanco de toda la vida pasa a ser negro.
Nos contaron en su día que los sprinters no subían nada, hasta que llegó Jalabert y decidió que quería ser escalador. Que los españoles no estábamos hechos para las clásicas, y lo desmintió gente como Freire, Flecha o el propio Valverde. Que los escaladores debían de ser gente delgada y fina, hasta que llegó Indurain y destrozó a todo el que se puso por delante. Y que las grandes clásicas de primavera eran para gente experimentada y veterana, que tenían mucho mas fondo que los jóvenes. Je je, que se lo pregunten a Sagan o Kwatkwosky, incluso a Benoot.















Por ello, no me ha sorprendido un ápice que en la París Roubaix de este pasado fin de semana, la clásica de las clásicas, el infierno del norte, haya ganado un australiano semidesconocido a punto de cumplir los 38 años, después de 200 kilómetros escapado y batiendo al mismísimo Tom Boonen sobre la línea de meta. Y todo ello con 11 días de competición y un entrenamiento basado en el rodillo.
El pasado 27 de febrero, Hayman se iba al suelo en la Omloop Het Nieuswblad, la primera de las clásicas de pavé de Flandes, rompiéndose el radio de su brazo derecho. Los médicos le dijeron que no llegaría a la París Roubaix, en la que como mejor resultado tenía un octavo puesto en el año 2012, que además significaba casi el único hito destacable en el palmarés de este Aussie, que solo tiene una victoria como profesional en una carrera de segundo nivel (la París-Bourges de 2011).
Así que Hayman decidió encerrarse en su garaje con su entrenador y su rodillo. Sin poder salir a la carretera y con solo 11 días de competición, llegar a correr la clásica de las clásicas ya era un sueño. Y sin embargo la ganó.
El ciclismo es así, no hay reglas, solo cabeza, corazón o piernas. Solo hay que verse en una situación de cabeza de carrera para creérselo un poco, o mucho, para empezar a soñar y sacar fuerzas de donde nunca las habías sacado, porque no te hacía falta, porque no era tu rol. Y ese día algo hace "click" y la confianza se multiplica por mil.
En una época en donde todo se mide por días de competición, watios, medición de esfuerzos y planes de entrenamiento estajanovistas. Aparece un australiano semidesconocido, en el ocaso de su carrera, para decirnos bien alto que todo eso son gilipolleces (y creo firmemente que los son), que cuando se alinean cabeza, corazón y piernas todo es posible, incluso ganar la clásica de las clásicas.

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